Un adelanto de una de ellas "Fomenta un tipo de nociva relación mercantilista entre el poder económico y el político. Se retroalimentan mutuamente. Facilita la corrupción"
El 24 de mayo de 1930 fueron proclamados oficialmente Trujillo y Ureña, presidente y vicepresidente del país respectivamente. El 16 de agosto a la edad de 38 años, Trujillo asumió la presidencia de la República. Es a partir de esa dictadura que nuestro país estrena el aislamiento de las economías poderosas del mundo, sus asesores les recomiendan no pagar las deudas externas a los Estados Unidos.
Influyendo en el poder legislativo para asignarles personalidad jurídica a instituciones, de manera especial a la iglesia católica dominicana, tomas de decisiones por encima de la carta magna, asesinatos, retrancas económicas, frustración de generaciones completa en capacidad para dirigir los destinos del país. La historia reeleccionista de Balaguer y las secuelas de acontecimientos que truncaron la marcha democratica.
La historia de los Castro está a la vista de todos, llevan períodos reeligiéndose con un escabroso porcentaje de apoyo producto de la manipulación y obstáculos, lo que solo demuestra la ingente violencia que se ejerce contra esa indefensa población. Y las desventajas están en que tanto los presidentes de turnos como sus esbirros plantean de manera insistentes de que las reelecciones son métodos indispensables para la continuidad de los proyectos y avance de las naciones, son inevitable. Ésa es una errática idea.
Pero peor fue la de Daniel Ortega en Nicaragua, quien manipuló la Constitución y el Parlamento hasta hacer posible la reelección perpetua. Imitar a Hugo Chávez seria lo prudente, pensarían mentes satánicas o lo que creen que solo hay que esperar el momento de llegar al poder para maquillar la constitución a su manera, comprando consciencias y poniendo sesgo colectivo para ejecutar proyectos antojadizos por encima de la mayoría o la utilización del mal llamado centralismo democrático, mal interpretado por quienes aspiran a perpetuarse en el poder. Son mucho los presidentes que han planteado en los discursos de campaña que confíen en ellos, porque solo estarían en el poder por un periodo. La historia de República Dominicana es vergonzante. La reelección trae más tropiezos que ventajas, aunque la ejerzan buenos gobernantes como el brasilero Fernando Henrique Cardoso, el costarricense Oscar Arias o Danilo Medina en la República Dominicana, políticos democráticos que también modificaron las normas. El primero para mantenerse en el poder, el segundo para regresar a la casa de gobierno y el tercero tiene decenas de razones que denotan rencor o miedo a que se ejecute en el país regímenes de consecuencias que podrían convertirse en ejemplo serio de rescate de la moral perdidas.
La reelección ni siquiera es aconsejable en periodos alternos, como sucedió con Michelle Bachelet y ocurrió en el pasado con Alan García, pese a su segunda magnífica presidencia. Tampoco es útil en Estados Unidos, con sus dos gobiernos consecutivos. No tiene mucho sentido mandar pensando y actuando en función de las próximas elecciones.
Hay varias razones para retraer esa práctica en los sistemas presidencialistas.
1. Obstruye el reemplazo generacional, la competencia entre líderes y la circulación de las élites.
2. Refuerza el caudillismo en detrimento de las instituciones..
3. Cuando se prolonga el mandato, el caudillo se va rodeando de cortesanos que lo halagan y confunden en busca de privilegios.
4. Fomenta un tipo de nociva relación mercantilista entre el poder económico y el político. Se retroalimentan mutuamente. Facilita la corrupción.
5. Los errores tienden a reiterarse por el conocido Einstellung Effect. No solemos hacer las cosas porque estén bien o mal, sino porque primero las hicimos de determinada manera y el cerebro es una máquina que aprende y repite los comportamientos.
6. Los viejos gobiernos se quedan sin ideas, se van fosilizando, se resisten a las reformas y segregan burocracias calcificadas, cada vez más incompetentes.
7. La no reelección refuerza la noción de que lo conveniente es seguir planes de gobierno a largo plazo, pensando en el país y no en periodos cortos. Se llega al poder a medio camino y se entrega a medio camino porque es un viaje que no puede o debe llegar a ninguna parte. Es una obra continua en la que el presidente es solo un factor transitorio limitado por la ley.
Si no hay reelección, ¿cuál es el periodo ideal? A mi juicio, la fórmula mexicana es la más indicada. Seis años y adiós muy buenas. Se podrá argumentar que el PRI, que gobernó 70 años con más pena que gloria, no es el mejor ejemplo, pues sustituyó al caudillo por el partido, reiterando casi todos los defectos señalados, pero probablemente hubiera sido peor un gobernante que diez, como sucedió durante los 35 años que previamente mandó Porfirio Díaz. Por eso en 1910 Francisco Madero inició la Revolución enarbolando una sabia consigna: "Sufragio efectivo y no reelección".
En todo caso, hay un vínculo muy estrecho entre los valores que existen en la sociedad y el resultado de la obra de gobierno. Los políticos no surgen en el vacío. Son parte de la misma tribu de donde salen los ingenieros, los curas, los soldados o los vendedores de corbatas. No son peores. Si los países escandinavos son los mejor gobernados del planeta, no es por las cuestiones formales sino por las virtudes que prevalecen en esas sociedades.
Tal vez el complemento ideal para esos gobiernos presidencialistas de un solo periodo, es la recuperación de una institución jurídica excelente, proveniente de la tradición romana: el Juicio de Residencia. De manera automática, sin que mediara acusación formal, todo gobernante saliente debía someterse a una gran auditoría pública de la que podían derivarse consecuencias penales. Si había mandado bien, se le honraba. Si había violado la ley, se le castigaba.
Tras pasar por el Juicio de Residencia muy pocos querían volver al poder. Incluso los buenos. Estupendo.
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