La reelección presidencial vuelve a dominar el debate de República Dominicana, pese a que la Constitución prohíbe al presidente Danilo Medina repostularse, y existe un contexto regional adverso que, esta vez, deja amargas experiencias a los mandatarios latinoamericanos que en los últimos años se aventuraron en esta empresa.
En el país todos los presidentes, desde 1970, han optado por la reelección presidencial o sus seguidores intentaron persuadirlos por ese derrotero, desatando crisis que de manera intermitente impactan el sistema democrático, colocándolo al borde del colapso, o provocando el estallido de divisiones y graves conflictos internos en los partidos políticos.
Así ocurrió en el llamado período de los 12 años, cuando el presidente Joaquín Balaguer planteó la reelección indefinida en 1970, 1974 y 1978, en medio del uso indiscriminado de los recursos del Estado y el despliegue, para reprimir a la oposición, de fuerzas militares, policiales, y parapoliciales que el propio mandatario llegó a llamar “fuerzas incontrolables”.
Cuando Balaguer fue finalmente derrotado por el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) en 1978, la crisis que estalló por la resistencia a entregar el poder fue de tanta dimensión que atrajo la directa atención del presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter. Entonces la democracia tomó su curso a pesar del “fallo histórico”, el “juntazo” y el “gacetazo”.
El fantasma de la reelección volvió por sus fueros en los dos gobiernos del antirreleccionista PRD, representado por los seguidores de los presidentes Antonio Guzmán (1978-82) y Salvador Jorge Blanco (1982-86), a quienes influyentes dirigentes de sus tendencias impulsaban tras bastidores. Aunque encontraron siempre la férrea oposición del liderato de José Francisco Peña Gómez, al final la organización se dividió tras la derrota de Jacobo Majluta en las elecciones de 1986.
Con la vuelta al poder de Balaguer y el Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) se reeditó la reelección en los comicios de 1990, impidiendo por un estrecho margen la vuelta a la presidencia del profesor Juan Bosch y su nuevo Partido de la Liberación Dominicana (PLD). Una profunda crisis post-electoral acompañó las violentas denuncias de fraude de los boschistas.
Pero la situación no quedó ahí. Cuatro años después, en las elecciones de 1994, el presidente Balaguer volvió a reelegirse, derrotando a Peña Gómez, quien denunció un fraude colosal y sonaron los tambores de guerra. La crisis político-electoral se agravó a tal extremo que requirió otra vez la intervención internacional, para apaciguar las caldeadas reacciones.
En medio del desbarajuste se decidió, como salida salomónica para evitar un resquebrajamiento democrático, modificar la Constitución para prohibir la reelección presidencial, establecer la segunda vuelta electoral si ningún candidato obtenía el 50% más un voto, y acortar dos años al período de gobierno de Balaguer (1994-96), con lo cual se decretó, además, una separación de las elecciones presidenciales de las congresionales y municipales.
Otra vez reelección
En las elecciones de 1996 se enfrentaron Peña Gómez, candidato de una coalición de partidos denominada Acuerdo de Santo Domingo encabezada por el PRD; el joven Leonel Fernández, candidato del PLD, y el empresario Jacinto Peynado, del PRSC. Fue necesaria una segunda vuelta entre Peña Gómez y Fernández. El candidato peledeísta obtuvo el respaldo de Balaguer y el PRSC conformando el Frente Patriótico, que a la postre triunfó.
En las elecciones de 1996 se enfrentaron Peña Gómez, candidato de una coalición de partidos denominada Acuerdo de Santo Domingo encabezada por el PRD; el joven Leonel Fernández, candidato del PLD, y el empresario Jacinto Peynado, del PRSC. Fue necesaria una segunda vuelta entre Peña Gómez y Fernández. El candidato peledeísta obtuvo el respaldo de Balaguer y el PRSC conformando el Frente Patriótico, que a la postre triunfó.
En el período 1996-2000, el presidente Fernández recibió insistentes presiones para que “se pusiera los pantalones” y propiciara una reforma constitucional que restableciera la reelección. Sin embargo no fue hasta el 2002, durante el período del perredeísta Hipólito Mejía (2000-2004), cuando se reformó la Constitución con esos propósitos.
Esta decisión de Mejía, quien había triunfado ante Danilo Medina, candidato del PLD, y Balaguer, del PRSC, fue asumida en medio de una aguda crisis económica y política que determinó una nueva división del PRD y la pérdida del poder en los comicios de 2004.
La situación facilitó la vuelta de Fernández y el PLD a la presidencia de la República y cuando decidió reelegirse en las elecciones de 2008 derrotó al candidato del PRD, Miguel Vargas. Pero antes se había originado un profundo malestar en su partido, hasta el extremo de que Danilo Medina, el precandidato que lo enfrentó en la convención intena, expresó en medio de la situación que lo había vencido el Estado.
Para el 2010 el presidente Fernández propició una nueva reforma constitucional que limitaba el mandato presidencial, pero fue preciso firmar el denominado “Pacto de las corbatas azules”, con Vargas, presidente del PRD. Este acuerdo posibilitó no solo la aprobación de la nueva Constitución, sino establecer la modalidad de reelección no consecutiva.
Motivados por estas condiciones favorables seguidores de Fernández propiciaron su continuidad en el cargo, lo cual significaba un nuevo enfrentamiento con Medina. No obstante, el mandatario llegó a un acuerdo para mantener unido al PLD en medio de fuertes tensiones. Medina ganó la candidatura y escogió a la entonces primera dama Margarita Cedeño de Fernández como su compañera de boleta. Esta fórmula derrotó a Mejía, que fue otra vez el candidato de un PRD dividido.
El principio del fin
Los demonios volvieron a desatarse en el PLD cuando el presidente Medina decidió en el 2015 reformar la Constitución votada en 2010, para cambiar las reglas de juego y reelegirse en los comicios de 2016. Era en ese preciso momento cuando Fernández, presidente del partido, se frotaba las manos junto a sus seguidores para intentar ascender al poder por cuarta ocasión.
Los demonios volvieron a desatarse en el PLD cuando el presidente Medina decidió en el 2015 reformar la Constitución votada en 2010, para cambiar las reglas de juego y reelegirse en los comicios de 2016. Era en ese preciso momento cuando Fernández, presidente del partido, se frotaba las manos junto a sus seguidores para intentar ascender al poder por cuarta ocasión.
Cuando la sangre estaba a punto de llegar al río la dirigencia peledeísta firmó un pacto denominado por el pueblo como “Reelección por reelección”, mediante el cual a los senadores, diputados y a una gran cantidad de alcaldes se les garantizó su candidatura. El proyecto reeleccionista logró imponerse, se modificó el artículo 124 de la Constitución y el mandatario triunfó en primera vuelta con un 62% ante Luis Abinader, candidato del naciente Partido Revolucionario Moderno (PRM).
A velocidad meteórica
Mientras tanto, las tensiones internas continuaron expandiéndose con un sórdido enfrentamiento entre seguidores de Medina, que vuelven a tratar de persuadirlo para un tercer mandato presidencial, y los del expresidente Fernández que rechazan esa posibilidad.
Mientras tanto, las tensiones internas continuaron expandiéndose con un sórdido enfrentamiento entre seguidores de Medina, que vuelven a tratar de persuadirlo para un tercer mandato presidencial, y los del expresidente Fernández que rechazan esa posibilidad.
La Constitución aprobada en junio del 2015 establece en su artículo 124 que el presidente de la República podrá optar por un segundo período constitucional consecutivo y no podrá postularse jamás al mismo cargo ni a la Vicepresidencia de la República.
El colofón lo coloca la vigésima disposición transitoria especifica que: “En el caso de que el Presidente de la República correspondiente al período constitucional 2012-2016 sea candidato al mismo cargo para el período constitucional 2016-2020, no podrá presentarse para el siguiente período ni a ningún otro período, así como tampoco a la Vicepresidencia de la República”.
Quienes defienden la repostulación de Medina confían en que se crearán las condiciones favorables para motorizar una nueva reforma constitucional. Solo esperan conocer en marzo, la decisión que tomará el mandatario cuando se reúnan los organismos de dirección del PLD y descifren el enigma para inscribir la candidatura en julio y participar en las primarias abiertas de octubre próximo, dirigidas por la Junta Central Electoral.
Advierten que el jefe de Estado cuenta con el control del 67% de los comités intermedios, 79% del Comité Central, un porcentaje superior en el Comité Político, y que ha demostrado una fuerza determinante en el Senado y la Cámara de Diputados, para cuando se someta la ley de modificación de la Constitución y luego se convoque a la Asamblea Nacional Revisora aprobar la reforma. Todo a una velocidad meteórica, al estilo 2015.
Se considera que los sectores que así piensan reducen el complejo escenario nacional e internacional al enfrentamiento Danilo-Leonel, a las malas artes políticas, al hombre del maletín en los pasillos del Congreso, al opulento uso y abuso de los recursos del Estado, a la cerveza “jumbo”, al pica pollo y a los 300 o 500 pesos como garantías de los votos populares requeridos en cada caso.
Convencido como está el liderato político de República Dominicana de que esta realidad se ha mantenido inalterable por más de medio siglo y que aquí no funciona el pensamiento crítico ni la inteligencia artificial, se mantendrían los postulados de que la Constitución es un pedazo de papel, no se puede cambiar de caballo cuando se está badeado un río, no se puede dar un salto al vacío, de que son hijos de las circunstancias, que el progreso del país no se puede detener y que la corrupción se detiene en las puertas de sus despachos.
Mientras tanto, el partido de gobierno solo ha tenido tres candidatos presidenciales en cuatro décadas de fundación, y el país seis presidentes en los últimos 50 años.
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